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  • Ciclo de cursos, conferencias y charlas temáticas organizado por Publicaciones y Fomento Editorial

Después de estos dos años de pandemia, nos damos cuenta de qué tan importantes son los libros, de que son, en el sentido darwiniano puro, un instrumento de sobrevivencia, de que no podemos vivir sin ellos, de acuerdo con la coordinadora de Difusión Cultural, Rosa Beltrán, durante la inauguración del ciclo Laboratorio Editorial, organizado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial (dgpfe) y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (caniem).

“Una prueba de la importancia del libro en la sociedad”, agregó, “es el alto número de personas inscritas a las primeras actividades de este ciclo que hasta el mes de junio llevará a cabo en línea veinte innovadores cursos de especialización, así como siete conferencias magistrales y veinte charlas temáticas abiertas al público”.

Beltrán dijo que la pandemia hizo que quienes integran la industria editorial idearan nuevas formas de escribir, de editar y de distribuir las publicaciones. “Organizar este laboratorio”, comentó, “ha sido una idea extraordinaria porque ratifica nuestra pasión por la lectura y por el libro, por llevar a cabo lo que la Universidad se ha propuesto, que es este espíritu humanista, este refrendar la esperanza y la fe en futuros posibles y mejores”.

En la inauguración participaron también Socorro Venegas, titular de la dgpfe; Juan Luis Arzoz Arbide, presidente del Consejo Directivo de la caniem, y Mario Aliaga, director general del Centro de Innovación y Formación Profesional para la Industria Editorial de la caniem.

Perspectiva personal

El reconocido editor Daniel Goldin, quien fue director de la Biblioteca Vasconcelos y actual coordinador del proyecto Jardín Lac, ofreció la primera conferencia magistral del ciclo, titulada “La Edición con Editores, una Perspectiva Personal”.

El ganador del Premio Nacional Juan Pablos al Mérito Editorial 2019 es un personaje muy cercano a los libros y la lectura, que conoce todas las etapas del ciclo de vida de una publicación. Como editor entusiasta que es, precisó que simplemente ha hecho las cosas en defensa personal y de sus principios, procurando ser íntegro. “Soy una persona autodidacta, muy interesada en la educación. Uno aprende haciendo, equivocándose, revisando las cosas, aprovechando las circunstancias.”

Desde su perspectiva, los editores cuentan con muchas posibilidades para desarrollar su trabajo, sólo que hoy en día se las tienen que inventar ellos mismos y encontrar la mejor manera de hacerlo, mediante el diálogo como una forma de construir sentido, especialmente ahora que las grandes editoriales han transformado la cadena de valor del libro.

El gran reto, para este promotor de la lectura y escritor mexicano, es cómo restituir en esta cadena de valor un espacio para el reconocimiento de la diversidad y de la escucha, lo que a su entender realizan pequeñas editoriales como Hermandad, Media Vaca y Malas Compañías, que se las ingenian para hacer llegar sus libros a los posibles lectores.

El creador de la colección infantil A la orilla del viento contó que inició su vida como editor con una suerte de confusión. “Había sido no necesariamente un gran lector, sentí la insuficiencia de la vida y acceder al mundo de los libros me dio más realidad. Antes quise ser poeta, narrador, escritor, y como de eso no se vivía, entré en el mundo editorial… En el Fondo de Cultura Económica (fce) en algún momento me surgió la oportunidad de hacer libros para niños. Esta colección estaría originalmente dirigida por Francisco Hinojosa, pero él la rechazó ya que le interesaba más dedicarse a la escritura. Por ese tiempo yo estaba por tener a mi primera hija, necesitaba un aumento de sueldo, y de esa manera prosaica fue que tomé la decisión de hacer libros para niños”.

“No sabía muy bien qué era la literatura para niños. Un amigo muy querido me dijo entonces: ‘si no sabes, inventa’, y eso me dio mucha libertad. Edité una colección de álbumes que hoy siguen en las librerías. Son libros muy diversos. Lo importante era que cada niño sintiera que había un libro especial para él…”

Planteó que un buen editor es alguien que conversa con los autores y pone en circulación el diálogo para extenderlo lo más posible en diferentes espacios. “Participa en todo un proceso colectivo y complejo, pues trabaja no sólo con el autor, sino además con impresores, libreros y periodistas de la fuente de cultura”.

Casi al final de su charla, moderada por Socorro Venegas, mencionó que al editor le corresponde ser también parte de la conversación que promueva la creación de un espacio público idóneo para la lectura, una cuestión fundamental, “más en un tiempo cuando lo que priva es el monólogo y la gritería”.

Fuente: Gaceta UNAM