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Tras el cierre de SM Argentina, en un proceso que comenzó en 2018, la editorial avisó que destruiría todo su acervo. Un grupo de autores logró que fueran donados a escuelas y bibliotecas con carencias. De ese modo, más de 300 mil libros de colecciones infantiles y juveniles que SM mantiene en sus almacenes, y que el sello español iba a mandar a destruir al retirarse de Argentina, fueron salvados de la destrucción.

Un numeroso grupo de autores e ilustradores se movilizaron para evitar este destino anunciado vía correo para sus libros, junto a colectivos que los representan como el Colectivo LIJ, la Asociación de Dibujantes de Argentina y Alija. También, de la Biblioteca del Congreso de la Nación, que vehiculizará las donaciones a escuelas y bibliotecas de zonas con carencias o fronterizas, y de colaboradores externos como la Federación Internacional de Bibliotecas y la OEI.

Los autores destacan la condición de“logro colectivo” de lo que, coinciden, es a esta altura de las gestiones “un sueño cumplido”. Por estos días continúan llegando formularios de autorización para la donación de miles de títulos de más de 250 autores, y esto incluye a todos los más destacados dentro de la literatura infantil y juvenil argentina. Todos ellos publicaron en prestigiosas colecciones del sello como Barco de Papel y Gran Angular.   

En un impensado giro que supera el desenlace de esta historia, la idea de la Biblioteca del Congreso es ir por más: una vez concretadas las donaciones, piensa reunir a los autores de estos libros con los chicos y chicas que reciban sus obras, ponerlos en contacto para que puedan conocerlos “por fuera de las fotos de solapas”, hacerles preguntas, intercambiar ideas sobre sus historias y, por qué no, despertar alguna vocación vinculada a la escritura. 

Cuestión de lógica

“Sabemos que la destrucción de libros es una práctica usual de las editoriales que, incluso, figura en muchos de los contratos que firmamos, peroel picado de cientos de miles de ejemplares es una decisión empresarial que no podemos dejar de repudiaren días cercanos al mes de la memoria y al inicio del ciclo escolar. Con más del 50% de las infancias debajo de la línea de pobreza, creemos que la lectura de buena literatura es necesaria”, había advertido, al conocerse la noticia, el Colectivo LIJ. 

Fue detrás de esa certeza que se movilizaron los autores. Tras el primer espanto al recibir los mails de la editorial, en un aviso que consideraron “desprolijo” (les avisaban que en quince días picarían sus libros, sin dejar siquiera opción a la compra a precio de saldo, algo que es usual en este tipo de situaciones), los autores tuvieron varias reuniones con representantes del sello. Agradecieron, finalmente, “que el Grupo SM, ante nuestra solicitud, se manejó con la mejor disposición y accedió a que se donaran estos libros”, según dejaron claro en el comunicado en el que anunciaron la noticia. 

Una práctica habitual

Lejos de representar una excepción, la destrucción de libros es una práctica habitual en la industria editorial. Ocurre cuando los títulos no pueden ser vendidos, y hay que evitar que circulen en el mercado a un precio menor o de saldo, “compitiendo” con los nuevos títulos. Frecuentemente, con los sobrantes de los llamados “instant book”, libros hechos rápido a partir de un tema de agenda, pensados casi con lógica de diario. O cuando el costo del almacén y de la logística del transporte pasa a ser mayor que el que se puede obtener por la venta. 

La diferencia, en este caso, es que se trataba de cientos de miles de títulos, destruidos a la vez. Todos de calidad, de grandes autores.Muchos, con premios y reconocimientos internacionales. Y, sobre todo, hechos y pensados para esas infancias que hoy los están necesitando. 

Fuente: Página 12