Por reunir prácticamente medio siglo dedicado a la profesión, en la que se ha distinguido por
haber sido un profesor, un promotor de la creación y por impulsar la coordinación de un sistema
de bibliotecas en la península de Yucatán, entre muchas otras razones, Jesús Alberto Arellano
recibió el Homenaje al Bibliotecario, distinción otorgada desde 2002 en la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara.
El presidente de la FIL, Trinidad Padilla López, entregó el reconocimiento al especialista, quien
durante 30 años fue coordinador del Sistema Bibliotecario de la Universidad Autónoma de
Yucatán, y que actualmente coordina el proyecto del Centro de Documentación de la Cultura
Maya.
Él comenzó su vida académica en un programa de educación agrícola en Coahuila, pero al terminar
el curso le invitaron a trabajar en Matamoros. Un año después, a tres días de haber contraído
matrimonio, le ofrecieron regresar a casa o laborar en Mérida, pero junto con su esposa, decidió
irse con todo y maletas a la península. Tres años después, le avisaron que ya podía cambiar de
residencia. “Dijimos que aquí estaba bien, y ya pasaron 50 años”. Antes de su llegada a Yucatán,
solamente había una biblioteca central, y actualmente existe una red.
Sergio López Ruelas, bibliotecario homenajeado en 2018, celebró las casi cinco décadas de trabajo
de Arellano, marcadas por una mística de servir siempre a los usuarios y construir puentes entre la
información y los lectores. “Por todo esto y más, te felicito y abrazo. Estoy seguro de que tus
padres, y a quienes recordaste mientras hacíamos este trabajo y de tu infancia maravillosa,
estarían muy orgullosos de ti”.
Tras recibir su distinción, Arellano agradeció a la FIL, a la Universidad de Guadalajara y a su esposa,
porque al lugar que uno llega es imposible hacerlo sin compañía. “Es lo que quisiera contar, que he
sido muy afortunado”. Por ejemplo, contó cuando se inició en la agricultura y lo invitaron a un
programa no hecho antes; después le pidieron organizar una biblioteca en Yucatán, labor que era
nueva para él. Y cuando fue al posgrado, tuvo que pasar un tiempo en Estados Unidos bajo el
auspicio de la universidad porque no se podía regresar. Cuando volvió al posgrado, lo invitaron a
hacer un diagnóstico, ahora del sistema bibliotecario en Yucatán, el segundo que se hacía en el
país en un tiempo en el que no había metodologías. “A nadie se le ocurre proyectar al futuro, así
me mantuve coordinando 48 años”.
Sin embargo, Arellano quiso aprovechar su momento en la FIL para exhibir las carencias vistas
durante su trayectoria. “Es mi deber en este espacio decir que el trabajo en las bibliotecas, la
bibliotecología, es un trabajo infravalorado; basta con echar un vistazo a las principales
características de las bibliotecas mexicanas”. Existen alrededor de siete mil bibliotecas públicas en
México, en las que laboran unas 16 mil personas. “No cuentan con más de 200 profesionales en
bibliotecología en todo el país”. Son los estados y los municipios quienes contratan el personal
para las bibliotecas públicas, personal que carece de capacitación y que además se renueva con
cada cambio de gobierno.
“Sólo para ilustrar un poco el problema de las bibliotecas públicas: de 2013 a 2018 se adquirieron
en promedio 65 ejemplares por biblioteca en las siete mil bibliotecas en el país, es decir, cada
biblioteca recibió diez piezas por año”. Las universidades, que son las que más adquieren, no
rebasan los 300 títulos por año. Por otra parte, las bibliotecas escolares son el segmento menos
desarrollado: los reportes indican que hay espacios que nunca se echaron a andar, no se
catalogaron los libros, tienen servicios inexistentes y personal sin capacitar.
Las de mejores características, las bibliotecas de investigación superior, tienen grandes contrastes
con las bibliotecas estatales de las universidades tecnológicas. Por ejemplo, la relación libro-
alumno en las universidades es de cinco títulos por alumno (aunque la Unesco sugiere 17),
mientras que las tecnológicas tienen un libro por alumno. Además, el 60 por ciento de los edificios
es adaptado. No existen políticas nacionales, y sólo un tercio de los estados en el país cuentan con
una legislación para regular sus lineamientos.
“Por lo anterior se crea un círculo vicioso para un país que requiere tantas bibliotecas. Hay un
déficit de cinco mil profesionales, según mis cálculos; sin embargo, las escuelas de bibliotecología
no tienen matrícula, batallan muchísimo para conseguir alumnos porque los salarios son pésimos,
el trabajo se considera subprofesional y los muchachos no ven futuro en esa profesión. Es obvio
que falta mucho por hacer desde cualquier ángulo, o como dicen ahora, hay muchos nichos de
oportunidad”, concluyó con ironía.