A los editores mexicanos nos llena de alegría el arribo de esta edición número 45 de la Feria Internacional del Libro de Minería. A esta fiesta universitaria de las letras, de la libertad y de la pluralidad. Éste es el sentido, a nuestro parecer, de esta fiesta de la cultura, del conocimiento y de la creatividad.
Con gran gusto nos unimos a la bienvenida a los distinguidos sinaloenses que nos acompañan y al gran estado de Sinaloa, el Invitado de Honor a esta festividad. La muy encomiable tradición de contar cada año con un estado de la república como invitado especial ha terminado por erigir a nuestra Feria Internacional del Libro de Minería en un símbolo de la rica diversidad cultural, artística y literaria de nuestro país.
A la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, y a todos los editores afiliados, en nuestra condición de coorganizadores y expositores, nos enorgullece llegar juntos a este cumpleaños 45 de esta nuestra feria: la pionera en México de las ferias internacionales del libro.
Anticipo, por ello, un testimonio de gratitud de los editores mexicanos, a la UNAM y a su Facultad de Ingeniería, por su contribución, sostenida aquí, a lo largo de tres generaciones, al desarrollo del ecosistema mexicano del libro. Y es que ferias como ésta son oxígeno puro para la industria editorial y para la vida cultural en nuestro país. Estamos ante un esfuerzo más de nuestra universidad nacional para acercar los libros a los lectores —de todas las edades— de nuestra capital y de nuestro país.
Y aquí me quiero permitir una vez más una digresión personal: como egresado de la Facultad de Ingeniería de la UNAM , no puedo ocultar mi emoción por participar de una inauguración más de este gran festival de la lectura y el libro.
Pero también les quiero decir que, con esa emoción, pero esta vez compartida con todos los participantes en este gran proyecto, entregamos nuestro esfuerzo para llegar a esta meta: el Comité Organizador, la UNAM, la industria editorial y la Secretaría de Cultura y el Gobierno de la Ciudad de México. Y aquí estamos hoy, abriendo las puertas, un año más, de esta feria implantada por cerca de medio siglo. Un evento anual a la altura de este Palacio de Minería y de su riquísima tradición cultural.
Todos los participantes compartimos el valor de la lectura. A través de ella, ampliamos nuestra visión y nuestros horizontes. La lectura nos transporta a conocer contextos y realidades, nos brinda conocimiento y propicia la formación de una conciencia más clara de nuestras realidades.
Hace 100 años, en 1924, último año de José Vasconcelos en la Secretaría de Educación Pública, se celebró aquí una primera feria del libro, ancestro ilustre de ésta que ahora nos reúne. Y aquí es obligado reconocer que la actual Feria de Minería, a lo largo de los últimos 45 años de su existencia ininterrumpida, se ha convertido en un punto nacional e internacional de encuentro para editores, autores y lectores: en un centro de intercambio de ideas y el enriquecimiento intelectual.
Esta feria es ya una tradición consolidada en la oferta cultural de nuestra ciudad, que se perfecciona cada año con la llegada de miles de visitantes y asistentes a sus presentaciones, que ahora se aprestan, una vez más, a refrendar la estrecha convivencia entre lectores y de los, lectores con los autores, que ha sido la marca de esta tradición.
Por otra parte, nos resulta inevitable la referencia, este año, a estos tiempos considerados definitorios para nuestro país. Tiempos de elecciones sin precedentes en nuestra historia política, con más de 20 mil cargos en juego, empezando por la presidencia de la República y las dos cámaras del Congreso Federal. En tiempos como los actuales, resalta la importancia alcanzada por la cultura escrita. Lo mismo en la tarea de allegar a los lectores, muchos de ellos, electores, los elementos cognitivos de la realidad, que en el empeño de contar con condiciones para elevar los términos del debate público. El libro es el mejor vehículo para así afirmar nuestra pluralidad y propiciar la reflexión, el análisis crítico y las decisiones mejor informadas de los ciudadanos.
En este contexto electoral, nos permitimos hacer un llamado al Gobierno de hoy —y al de mañana— para construir nuevos puentes de entendimiento entre las instituciones públicas y la industria editorial. Específicamente en el campo de la histórica colaboración de los editores de nuestro país en la confección de los libros de texto que requiere el sistema educativo nacional.
No nos cabe duda. En este año electoral, los retos para el desarrollo de la cultura escrita —y de toda actividad cultural— tendrían que formar parte de las agendas y plataformas electorales y de los planes y programas de gobierno a discusión, bajo el entendido de considerar a la cultura y la educación como temas estratégicos para el desarrollo del país y el bienestar de la población.
Los editores mexicanos ofrecemos nuestra mejor disposición a contribuir a la construcción de compromisos para la elaboración de políticas públicas en este campo. Y, en el caso de la industria editorial, para dar certeza a todos los integrantes de la cadena productiva del libro —autores, diseñadores, trabajadores de las artes gráficas, empresas editoriales, impresores y libreros— con el fin de generar más y mejores lectores. Esta agenda tendría que incluir, a nuestro juicio, la implantación de estrategias de promoción de la lectura que impacten profundamente en la sociedad y hagan factible el resurgimiento, crecimiento y consolidación de las librerías en el territorio nacional.
Ya contamos con un marco legal aceptable, sin duda perfectible, en la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro. Ahora es el turno de las instituciones y de las partes involucradas para hacer que esa normatividad opere y se cumplan sus postulados.
Para el pleno desarrollo de los derechos culturales de nuestra sociedad, el libro es la manifestación por excelencia de la libertad del hombre para expresar y hacer circular sus ideas. El libro sustenta esta garantía, este derecho humano consagrado en nuestra carta magna. Sin duda hay esfuerzos y proyectos de trabajo conjunto entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil. Ciertamente, éstos constituyen apreciables puntos de partida para dar los siguientes pasos. En esa ruta, la industria editorial mexicana está y estará presente para apoyar a nuestras instituciones educativas y culturales.
En efecto, la industria editorial mexicana tiene un papel crucial en el desarrollo cultural, educativo y económico de nuestro país. Durante 60 años, la CANIEM ha sido un pilar fundamental en este proceso, promoviendo la diversidad editorial y defendiendo los intereses de los editores mexicanos. Nuestra visión de futuro es una industria del libro diversificada, inclusiva e integradora, que convoca a la unidad en lugar de remarcar nuestras diferencias.
Agradezco a nuestra alma mater, la Universidad Nacional Autónoma de México, y a la Facultad de Ingeniería, por su compromiso en preservar esta tradición que enriquece el acervo cultural de nuestra ciudad y de todo el país.
En consecuencia, termino mi intervención expresando nuestra más amplia felicitación al rector de la UNAM, Dr. Leonardo Lomelí, al Dr. José Antonio Hernández Espriú, director de la Facultad de Ingeniería, al licenciado Fernando Macotela, director de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, y a todos sus colaboradores y trabajadores, por la eficiencia de su organización.
Juntos, iniciativa privada, instituciones educativas y gobiernos de los diferentes niveles seguiremos impulsando el libro y la lectura.
Muchas gracias.
Hugo Setzer