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Por Hugo Setzer.
Texto publicado por El Universal el día 27 de agosto en el suplemento Confabulario.

Celebro que tengamos oportunidad de discutir sobre los libros de texto de educación básica, aunque hubiese sido deseable hacerlo en las consultas previas a su publicación, como lo marca la ley. En todo caso, nos permite recordar el papel tan importante que juegan los libros de texto en los procesos educativos. Un buen libro de texto es la principal herramienta a la mano de los maestros y maestras, a fin de guiar la educación de nuestros niños hacia un futuro promisorio.
La experiencia internacional demuestra lo anterior. Los países que sobresalen en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, o prueba pisa, son aquéllos
en los que la industria editorial trabaja de la mano con autoridades educativas y con los maestros, a fin de brindar a los alumnos una amplia gama de recursos didácti-
cos de la más alta calidad.

Los resultados de la última prueba pisa disponible, de 2018, muestran que en México estamos muy por debajo del promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, ocde. Es precisamente con los países desarrollados con los que
debemos compararnos, no con estados fallidos como Cuba, Venezuela o Corea del Norte.
Además, la pandemia vino a agravar las cosas, cuando, según estudios de la Universidad Iberoamericana, la proporción de alumnos de primaria en México en nivel insuficiente en lenguaje y comunicación, subió de 49.1 a 70.2 por ciento; y en matemáticas, de 59.1 a 78.3 por
ciento.En este entorno y con la discusión que se ha generado sobre los libros de texto, vale la pena aclarar algunos puntos que se han estado confundiendo en fechas recientes: La industria editorial está excluida desde hace muchos años de la educación primaria. En 1959, en un entorno de altos niveles de analfabetismo (50%) y muy bajos niveles educativos, se crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, bajo la guía de su primer presidente, el eminente escritor, periodista y diplomático chihuahuense Martín Luis Guzmán.

Era entonces Secretario de Educación Pública el célebre escritor, ensayista, poeta y
académico Jaime Torres Bodet. Se crearon, para toda la educación primaria, libros de texto únicos y gratuitos, producidos por el gobierno. Era, en esa época y como medida emergente, la estrategia correcta, que permitiría elevar el nivel educativo del mayor número de alumnos en
el menor tiempo posible. Lo mismo hizo China en aquellos años, a fin de atender el grave rezago educativo que se tenía también allá, al igual que aquí.
Sin embargo, el modelo se agota. China lo reconoció en los años 80 y abrió el mercado
de textos escolares a la competencia, a fin de garantizar una mayor bibliodiversidad.
En México no. Aquí seguimos, en términos educativos, en el México de los 60.
Es importante aclarar también que los editores no somos impresores. Se confunde el
trabajo de los editores con el de la industria de las artes gráficas. La Comisión Nacional
de Libros de Texto Gratuitos es la responsable de imprimir los libros de primaria, cuyo
contenido desarrolla la Secretaría de Educación Pública. Sin embargo, la conaliteg no
tiene la capacidad para producir 140 millones de libros, por lo que subcontrata este
proceso a diversas empresas del sector de las artes gráficas, quienes hacen un trabajo
de impresión de la más alta calidad, a precios sumamente competitivos.
Por otro lado, el trabajo del editor es fundamental para lograr un libro bien hecho,
sobre todo en los libros educativos.
Las editoriales educativas cuentan con amplios equipos de trabajo multidisciplinarios:
maestros, pedagogos, especialistas en diferentes campos, ilustradores, correctores, diseñadores, etc, todos ellos bajo la guía del editor. No essuficiente tener un conjunto amplio de contendidos para hacer un buen libro. Se requiere de la mano de un buen editor, cuyo oficio toma años en aprender. El editor es el responsable de poner orden a todos estos contenidos, de darles una secuencia didáctica adecuada, de cuidar la gradualidad de los conocimientos. Hacer un libro educativo requiere mucho trabajo, conocimiento y experiencia. No hay lugar para la improvisación.

La educación secundaria presenta un caso muy intere-
sante. Desde 1998 el gobierno decidió adquirir libros de texto de la industria editorial, para entregar de manera gratuita a estudiantes de escuelas públicas. El primer paso de este proceso eran los programas de estudio definidos por la Secretaría de Educación Pública. Estos programas son un requisito indispensable para poder hacer los libros de texto. Las diferentes editoriales afiliadas a la Cámara de la Industria Editorial preparaban, con una inversión millona-
ria, diferentes propuestas de libros de texto para cada materia de cada grado de educación secundaria. Estos libros se sometían a un proceso de evaluación en la sep, en el que algunos eran aprobados y otros se rechazaban por no cumplir con los criterios establecidos por la autoridad educativa. Los libros aprobados pasaban a formar parte de un catálogo que tenían a disposición los más de 300 mil maestros de educación secundaria en el país. En un proceso de absoluta transparencia, realizado de manera impecable por la conaliteg, cada maestro podía elegir, de entre cuatro o cinco alternativas disponibles, el libro de texto que más se apegara a sus necesidades.
La conaliteg se encargaba de consolidar todos los requerimientos de los maestros en un pedido para las diferentes editoriales participantes. Gracias a las econo- mías de escala y a la capacidad de negociación de la conaliteg, el estado pagaba precios hasta 10 veces menores que los precios de venta al público por los mismos libros.

Posteriormente estos libros eran entregados en un proceso muy complejo pero muy eficiente, a las más de 30 mil escuelas secundarias públicas en todo el país, en beneficio de 5.5 millones de estudiantes. Como todos sabemos ya, en este ciclo escolar que apenas inicia, los maestros y maestras de secundaria no podrán elegir más el libro que se adecue mejor a sus necesidades, sino que les será impuesto un libro único, que además ha sido objeto de innumerables críticas por parte de especialistas educativos.

Me parece que, en lugar de poner la mirada hacia el futuro, estamos obsesionados con
el pasado. En 1970, México y Corea del Sur tenían un pib muy similar. En ese entonces,
Corea decidió apostar por la educación. Hoy día Corea es el tercer lugar del mundo en
el número de patentes registradas y tiene un PIB per cápita del doble del de México.
¿Cuál fue el secreto del milagro coreano? La educación.
En este entorno, los editores mexicanos seguimos dispuestos a dar todo nuestro apoyo a la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes. Solo es cuestión de que nos permitan ayudar.

Fuente: El Universal